jueves, 5 de noviembre de 2009

DENISE DUHAMEL


Afortunadamente siempre hay una actitud permeable en cada poeta..., y por otra parte también existe un periodo de manufactura y otro de extrañamiento, donde el poeta se desembaraza del peso del producto: es decir, lo escribe. Pero Denise no puede ser madre. Las madres paren dos tipos de niños: los crueles y los menos cruentos; los que abogan por soterrar las maldades de los primeros. Como en la vida adulta. Y luego vendrán los recuerdos, las calamidades, la eterna búsqueda del Yo y esos francotiradores en cada ventana que siempre lo ponen tan difícil. Una y otra vez llegan los recuerdos. Es una especie de alud. Perdóname lector porque he pecado. Han pasado años desde mi última confesión. Por eso hay que sentarse como una reina, no como una rana. Y es que el guión es sublime. Las palabras reverberan en las sienes. Afortunadamente.
Afortunadamente, las desdichas, las malas rachas, se superan con el tiempo y después de caer del tejado, la vida sigue; después de la sangre en la escalera, siempre quedan las estrellas, el firmamento..., o los sueños, los mejores poemas. Por supuesto, y para reinar entre la más altas esferas de la poética actual, Denise dice que lo siente, pero el camión solo ve delante una bruja loca y ciega. Quizás no tengan razón. Pero ya sabes, Denise, ellos solo quieren la sangre.

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DENISE DUHAMEL.
AFORTUNADA DE MÍ.
Batherbly Editores.
Prólogo de Thomas Fink.
Traducción de David González & Dagmar Buchholz.
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PD: Afortunadamente hay personas que nos hacen más llevadero acercarnos a ese declive emocional que es la edad. Tú sabes por dónde va. Sabes que siempre te estaré agradecido.