domingo, 28 de febrero de 2010

El Mariscal es golpeado y zarandeado por los resistentes, poco renuentes a los diosecillos esféricos y sus idas y venidas locas. En tanto que le introducen en el terreno selvático, los satélites de la Alianza redactan un informe con cifras ininteligibles para aquellas mentes nada duchas en los códigos trinarios. En resumen, lo que intentan decir es que están siendo saboteados. Los científicos de la Alianza, están todos pendientes de las pantallas que emiten imágenes del Mariscal capturado por ridículos homínidos con túnicas malvas. Nadie puede retener la risa, la carcajada. La hilaridad se extiende de una boca a otra y los ojos destierran dos lágrimas. G sostiene que necesita expulsar ácidos amarillentos sobre las plantas. Todos ríen. La risa es muy buena; tan buena que cuando la gastas toda, asalta un vacío y la última carcajada se interrumpe y tomas aliento y vuelves al mundo y notas un piiiiiiiiiiiiiiii, casi imperceptible para los demás. Pero a cada individuo le atormenta el suyo. De repente es como si resucitases. Ya no estás sugestionado; se supone que no eres ya permeable a ningún tipo de sugestión ni de principio Lewistzsche. Encuentras a tu Presidente insuflando odio hacia otras razas, exhortando a los individuos homínidos con alma genocida. Muchos no entienden la palabreja porque nunca salió en los grandes pantallones de propaganda del régimen; pero es igual porque al parecer algo se tuerce. Un efecto no deseado por nadie, pero inevitable a estas alturas. Todo el mundo sale a la calle. Los satélites no reciben ningún tipo de atención. Se quedan flotando ahí en el espacio en gravedad cero. Las masas enfervorecidas se enfrentan a las demás razas. Los Saurópodos luchan contra Lamelibranquios. Los homínidos, como son pocos enseñan más los dientes y se los tiene algo en consideración. Algún grupo se escinde y comienza a batallar por su cuenta. Alguien que debe dinero a alguien saca una navajilla suiza y le hace el protocolo homínido para zanjar cuentas. Ya no le debe nada. Pero la sangre y el dinero se hicieron para acumularlos. La colección le parece genial a todo el mundo. Por eso, intercambian sangre derramada entre ellos y graban imágenes de los descuartizamientos y las venden y las exponen y se parten de la risa, mientras unos cuantos aplauden. Quiero follarte como un jodido animal, quiero traspasarte hasta la garganta…, y que llores. Mira que cobardes, y un homínido señala con el dedo al que más se reía, que ahora era el que menos lo hacía. Su cabeza es cercenada y un limpiador del Servicio Interplanetario de Recogida de Heces piensa que qué bonita quedaría esa cabeza en lo alto de su palo succionador de cacas. No hay nada macabro en ello..., porque recordemos que el Planeta se está descomponiendo. Todo es materia orgánica, por tanto, quizás crezca algo en el suelo a la mañana siguiente del día en que ardieron las calles y nadie sabía qué significaba lo que estaba haciendo o el por qué de la lucha y a favor o en contra de quién. Las calles estaban atestadas de diversos tipos de revueltas y todos pensaban que jugar a las lapidaciones era divertido. Y los más aguerridos lucían con orgullo esas piteras tan impactantes. Los cráneos rebosantes de sangre y plasma y líquidos verdes o anaranjados. Los cadáveres violados hasta la saciedad, para luego “Mira ese idiota que se ha cagado y meado literalmente, antes de morir. Morir: esa palabra tan revolucionariamente entonada hasta la saciedad.