Yo me
era mora Moraima, morilla de un bel catar;
cristiano vino a mi puerta, cuitada,
por me engañar;
hablóme en algarabía como aquel que la
bien sabe:
—Ábrasme la puerta, mora, sí Alá te
guarde de mal.
—¿Cómo te abriré, mezquina, que no sé
quién te serás? 05
—Yo soy moro Mazote, hermano de la tu
madre,
que un cristiano dejo muerto, tras mí
viene el alcaide.
Si no me abres tú, mi vida, aquí me
verás matar.
Cuando esto oí, cuitada, comencéme a levantar;
vistiérame una almejía no hallando mi
brial;
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fuérame para la puerta y abríla de par
en par.
Los hechos que abarca el presente romance
datan de la última etapa de la Reconquista, con el ejército cristiano presionando
sobre las fronteras en torno al reino de Granada. Por ello, se podría adscribir
el poema al grupo de romances históricos, y dentro de él, al subgrupo que representan los romances
fronterizos. En estos romances existe un subdivisión especial en la que se
relatan episodios narrados desde la facción enemiga, y nuestro poema es un buen
ejemplo que recoge la denuncia de los abusos del bando cristiano en la guerra
contra el ejército moro.
Si hay algo que permita claramente distinguir un romance es su forma
métrica: el octosílabo en una tirada indefinida donde los versos pares riman en
asonancia. Pero esto que parece tan claro, en el romance se complica y llegamos así a encontrarnos ante un verso
hexadecasílabo que se compondría, en realidad, de dos octosílabos: la rima ya
no sucedería en los versos pares, sino al final de cada uno de los versos del
romance. Para explicar esto podemos acudir a dos criterios, uno semántico, ya
que cada unidad de sentido del poema parece extenderse a lo largo de las
dieciséis sílabas que constituyen los dos octosílabos, y , por otra parte
atenderemos al criterio musical en base al cual, en los antiguos libros de
música que recogían los romances, con su respectiva melodía, los representaban
en versos o unidades periódicas de dieciséis (o incluso treinta y dos) notas,
que era lo que duraba cada ciclo melódico, que, en su repetición, componía la
melodía del poema. Aunque, por otra parte, en su origen el romance se difundía
mediante la oralidad y en cuanto a su enunciación es indistinguible un verso
octosílabo de otro de dieciséis sílabas.
Centrándonos específicamente en el Romance
de Moraima, objeto de este estudio, diremos que está estructurado en once
versos asonantados de dieciséis sílabas cada uno, a través de los cuales se nos
narra una historia que podemos resumir así:
A las constantes súplicas (apoyadas en argumentos falsos) del cristiano
que acude a la casa de Moraima, esta termina cediendo a sus peticiones y abriendo
sus puertas de par en par. Así, el tema principal es el engaño amoroso,
consentido o no, que cuenta una muchacha mora.
Podemos dividir el poema en tres partes, abarcando la parte inicial los tres primeros versos en los que comienza
el poema in media res con una
doncella mora llamada Moraima presentando un conflicto entre ella y un
cristiano.
El diálogo dramatizado entre los protagonistas de este romance ocupa la
parte central de este poema. Frente a la narración en tiempo pasado de la
primera parte del romance ahora nos trasladamos a la realidad del tiempo
presente; estamos asistiendo a los hechos que se desarrollan en tiempo real. Esto
tendría una utilidad, en cuanto a la transmisión oral del romance, ya que el diálogo en estilo
directo podía permitir a los juglares amenizar la escena mediante
el juego de las distintas entonaciones.
En lo que respecta a la tercera parte, esta abarca desde el verso número
once hasta el final del poema. En ella asistimos nuevamente a otro cambio de
ritmo, ya que volvemos a la narración en pasado. Aquí se nos presenta el
desenlace final trunco del conflicto, el cual nos lleva a la consumación del
engaño de la mora por parte del cristiano, todo ello reflejado en la apertura,
tanto simbólica como real, de la puerta de Moraima. Con esta ambigüedad se da
por concluido el romance y queda abierta de par en par la puerta de la
interpretación del lector u oyente al que se dirige el poema y que ya conoce el
engaño y las trágicas consecuencias que puede conllevar para la joven e
inocente Moraima.
El carácter fragmentario del romance de
Moraima podría explicarse por la transmisión oral del mismo, en base a la cual
tan solo se conservarían únicamente aquellos fragmentos significativos y
llamativos del primigenio poema. Esta condensación supondría la esencialidad
que percibimos en nuestro romance objeto de estudio, en que apreciamos una
significación insinuada y amplificada que es mucho más fuerte que la explicitud
misma que tendría si se adentrase en más detalles.
Por lo que a recursos retóricos compete, el romance contiene varias
aliteraciones de la m (Yo me
era mora Moraima) en el
primer verso. Es, por otra parte, relevante la presencia en ese mismo verso de
un bello calambur con la palabra amor como protagonista del mismo (er-a
mor-a Mor-aima). Estas
repeticiones acentúan la musicalidad del poema. En el verso octavo notamos la
presencia de una antítesis cuyos términos contrapuestos son vida/matar. En el
verso final podemos tomar el sustantivo puerta
como metáfora de la sexualidad de Moraima, ya que posee gran carga simbológica
muy propia del romancero. Destacaremos también arcaísmos sintácticos tales como
la anteposición del pronombre personal átono ( yo me era, por me engañar, quién te serás, etc), abundancia de pronombres enclíticos (hablóme, Ábrasme, comencéme, vistiérame, etc.), o la ausencia del
artículo en el sintagma (soy moro Mazote,
cristiano vino), y también la anteposición
del artículo al posesivo (hermano de la
tu madre), amén del desplazamiento del adverbio (aquel que la bien sabe). Es significativo, por otra parte, el
manejo de los diferentes tiempos verbales y el contraste que marcan a lo largo
de todo el poema.
Para finalizar diremos que el romance de Moraima constituye una bella
plasmación del artefacto poético perfecto. En él podemos resolver que la
síntesis y la claridad de estilo no son otra cosa que el prisma cristalino
desde el que se pueden observar todas las caras, tanto internas como externas,
de un poema. Y esto en una época en la que, por contra de lo que pueda parecer,
también contaba con (anónimas) voces críticas contra los abusos del hombre. En
este sentido, el romance de Moraima goza de una actualidad incuestionable.
Ángel González González