Nuestro tiempo es prisa. Uno baña los niños mientras
otro se afeita mientras otro salpica los ritmos
de las palabras sobre las otras cabezas...
Y todos, al unísono, nos ponemos de acuerdo
para escenificar la partida hacia alguna parte.
Atrás quedaron, muertas, las ingentes cantidades
de precisos instantes, las minúsculas amalgamas
de pequeñas imágenes neutras; las pocas cosas
que poco duran en la importancia
de nuestras delimitadas consciencias.
Si rebobinásemos la cinta, se nos antoja,
no hallaríamos materia memorable para escribir
ni
una sola página.