jueves, 28 de octubre de 2010

LS6 by Mario Crespo


LS6
(BOHODÓN EDICIONES)
Portada: Sofía Serra


Un día para celebrar. Próximamente podremos hacernos con esta novela de Mario Crespo, que espero le depare insufribles éxtasis de éxito. Habrá que ser paciente y estar atento a este material. Merecerá la pena. Eso seguro.
Y aquí os dejo con un artículo al respecto, escrito por el siempre grande JAB, dos puntos:



BIENVENIDO A LA TRIBU (por José Ángel Barrueco)

Hoy, José Ángel Barrueco escribe en su columna de El Adelanto de Zamora sobre "LS6" y sobre mí, entre otras cosas. No sé qué decir, así que te dejo con el artículo. Gracias, maestro.

Si ayer hablábamos aquí de un traductor zamorano (y, que yo sepa, escritor aún inédito), hoy es el turno de un escritor zamorano que irrumpe ya en la tribu literaria con pleno derecho: Mario Crespo, a quienes ustedes conocen por algunas tribunas de opinión y por los cortos que ha rodado y que antaño ofreció al público de nuestra ciudad de manera gratuita. Imaginen la literatura como una piscina en la que se establece a diario una carrera de fondo entre los autores. Mario Crespo se ha zambullido en el agua un poco más tarde que algunos de nosotros, pero ha ganado terreno a una velocidad asombrosa. Empezó publicando artículos, luego saltó al relato, consiguiendo que varios de ellos aparecieran en revistas de papel, en revistas digitales y en blogs de literatura; de ahí, a las antologías. Y en noviembre sale a la venta “LS6”, una fascinante y laberíntica novela ambientada en Leeds, una localidad de Inglaterra en la que él mismo vivió y trabajó hace años. Mario es uno de tantos zamoranos que tuvieron que salir a buscar curro en otras partes. Tras foguear sus pies y su pellejo pateándose el mundo, hoy vive y prospera en Madrid. “LS6” saldrá en Bohodón Ediciones, editorial madrileña que gestiona el escritor José Luis Muñoz. El título alude a un distrito de esa ciudad, por donde deambulan los personajes. Tuve la fortuna de leerla y disfrutarla unos meses atrás, y espero releerla en cuanto aparezca en las librerías. Es una novela sobre todos los liberalismos, especialmente el liberalismo económico. Sobre cómo Reagan y la Thatcher hicieron que estemos donde estamos. No es que la narración se centre en ellos, aunque se alude a ambos, sino que ese modo de vida que nos vendieron afecta a los personajes. Veamos un fragmento: “Thatcher y Reagan dijeron que el estado no era la solución, sino el problema. Y dejaron que el mercado nos bajara los pantalones. La publicidad hizo el resto. Luego nos los bajamos nosotros mismos. Consiguieron mentalidades consumistas capaces de pagar un piso al triple de su precio. Veinticinco años después, los estados inyectaban dinero de los contribuyentes al sistema financiero”. El narrador de la primera parte viaja a Inglaterra para buscar trabajo, y dice: “Sólo los más fuertes sobreviven”. Prefiero no desvelar más. Sólo digo que los lectores van a devorarla. Dije al principio que M. C. nada con rapidez y soltura en las turbias aguas de la literatura, tan infestadas de tiburones y demás depredadores. Y es cierto porque la cosa no acaba ahí. En unos meses, tal vez en torno a abril, editará sus magníficos relatos de “Cuento kilómetros” en una nueva editorial que apuesta por las narrativas española y polaca: Eutelequia, dirigida por Clea Moreno Szypowska, quien no sólo va a ser una de las grandes editoras de este país, sino que además es un lujo como persona. Mario y yo hemos charlado un par de veces con ella y el otro día nos presentó al escritor y pintor Germán San Nicasio. La primera novela de esta editorial lleva su firma. Se titula “La cárcel de Jackson Pollock”, y es una crónica furiosa y aplastante sobre un pintor que se cree Jackson Pollock: novela llena de frases que he anotado con admiración y que los lectores tampoco deberían dejar escapar. No terminan aquí las noticias: el año que viene lo empezaremos con fuerza porque Mario y yo hemos coordinado la antología “Viscerales”, que Eduardo Riestra publicará el diecisiete de enero en su afamada Ediciones del Viento, y en la que hemos incluido a dos de nuestros paisanos.

martes, 26 de octubre de 2010

ALEJANDRO CÉSPEDES. ¿QUIÉN POSEE A QUIÉN?


Este poema pertenece a Flores en la cuneta, de Alejandro Céspedes. Un libro de poemas que contrapone el terrible mundo de los accidentes de carretera con el lenguaje publicitario utilizado por las empresas que nos venden cómodos y suntuosos coches, los cuales, siempre, debemos necesitar a toda costa. Es un libro duro, con una poética original, y que pone de manifiesto la fragilidad del ser humano ante la sociedad de consumo y ante sí mismo. Céspedes se muestra como la grúa que recoge todos los amasijos de hierro y, de ese modo, las historias que envuelven a cada accidente pasan a formar parte del desguace de la vida: o sea, nosotros mismos, por poner un ejemplo.



¿QUIÉN POSEE A QUIÉN?

Es verdad que los muertos nunca se llevan nada. lo
dejan todo aquí, desparramado, exigiendo recuerdo en
su protesta: gafas, llaves, teléfonos, zapatos, bolsos abier-
tos, agendas ya cerradas. restos esparcidos sobre una
carretera.

Ando sobre rastrojos de difuntos. No sé qué hacer con
este sedimento de otras vidas que aparece sin causa
razonable y cruza su traspié en mi camino.

A quién debo entregar estas herencias que dos nuevos
cadáveres con los ojos abiertos, obscenamente abiertos
ante mí, me piden que recoja.

Sus ojos como anzuelos.
Su cebo en el asfalto.
La mesa del recuerdo está servida.


Un joven policía estrena guantes.


Flores en la cuneta
Ed. Hiperión. 2009


CONRAD AIKEN. 2 POEMAS


Goya

Goya pintó un cerdo en un muro.
El niño chico del barbero
Grabado vio sobre la plata
El león; y fueron los ocasos.

Goya olió la sangre de los toros.
El pupilo de carmelitas
Sus manos dio a un orfebre, supo
Dorar sin tacha una aureola.

Goya vio los ojos de la Pucela:
Dio serenatas (con guitarra),
Trepó al balcón; en cambio, Keats
Creó «Bright Star» (bajo las drizas).

Goya vio cómo la Gran Puta
Cogía a los gárrulos peleles
Y se reía, belfo laxo,
Y los ahogaba en una taza;

Les exprimía sus juguitos
Con manos secas, sin piedad,
hasta escucharlos balbucir. . .
Goya se fue a las catacumbas.

Vio a los bastos Roñones por el aire,
Con bocio y leporinos, violados
Por chulos lampiños, vampirialados:
Sobre Madrid, bulla nocturna.

Oyó cascarse los segundos
Como semillas, y verter
El sucio abismo del Vacío
Que hay entre el péndulo y el suelo.

Ríos de venas muertas, células descompuestas,
Amígdalas podridas, uñas.
Pelo muerto, piel muerta, garras, pelaje, muertos,
Velos, membranas, párpados, narices.

Y ojos que todavía, en la muerte, seguían
(San pestañas ni párpados) conscientes
Del puerco centro y, aún más puerco,
El local verme que aún lo arruina.

Sabó la peste del tictac.
Con ella fue Goya al Espacio,
Sedando tufo de sus miembros,
Y se paró en la faz sin rasgos,

Que no veía ni amparaba,
Pero que era, y que es. Pasó el segundo,
Goya volvió y pintó la cara;
¿pie escribió: «Yo ya lo he visto»...

En un desván pintó fulanas,
Gordas, dormidas, ovilladas;
Y al pie anotó: «Mejor que duerman.
Si despertaran, llorarían»...




Encuentro

¿Por qué te contemplo? ¿Por qué te toco? ¿Qué busco en ti,
mujer,
Que he de apresurarme para estar contigo una vez más?
¿Por qué debo sondear nuevamente tu nada abisal
Y extraer nada más que dolor?
Fijamente, fijamente miro tus ojos acuosos; pero no quedo más
convencido
Ahora que alguna otra vez
De que sólo son dos espejos que reflejan la luz del
firmamento,
Eso y nada más.
Y aprieto tu cuerpo contra mi cuerpo como si esperara abrirme
una brecha
Directamente a otra esfera;
Y me esfuerzo por hablar contigo con palabras más allá de mí
palabra,
En las que todas las cosas son claras,
Hasta que exhausto me hundo una vez más en tu nada abisal
Y la fría nada de mí:
Tú, riendo y llorando en este cuarto ridículo
Con tu mano sobre mi rodilla;
Llorando porque me crees perverso y desdichado; y riendo
Por hallar nuestro amor tan extraño;
Con la vista mutuamente clavada en una última esperanza,
ciega y desesperada,
De que el mundo entero cambie.





Dos cafés en el español

Dos cafés en El Español, las últimas
brillantes gotas de dorado Barsac en una copa,
pasta de higo y garrapiñados... Hardy está muerto,
y James y Conrad muertos, y Shakespeare muerto,
y el viejo Moor madura para una tumba obscena,
y Yeats para una estéril; y yo, y tú-
¿Qué sudarios para nosotros, qué tablas y ladrillos,
qué farsas, velas, preces y piadosos engaños?
Tú estarás envuelta en escarlata de Siria, mujer
y te pondrán tus perlas, y brillantes pulseras
y tu anillo de ágata, y colgará en tu cuello
tu lapislázuli azul con pintas de oro.
Y yo , a tu lado -¡ah! pero ¿será así?
Porque hay oscuras corrientes en este mundo oscuro, señora,
corrientes del Golfo y Árticas del alma;
y yo seré quizás, antes que nuestra consumación
nos acueste juntos, mejilla contra mejilla, bajo la tierra
barrido a otra costa donde mis blancos huesos
yacerán olvidados o profanados por gaviotas.

¿Qué dignidad podrá la muerte conferir a nosotros,
que nos besamos bajo un farol en la calle, nos cogemos de las manos
medios ocultos en un taxi o repletos
de café , de higos y Barsac nos dirigimos
a una oscura alcoba en una casa carcomida?
La aspidistra guarda la puerta; entramos,
per aspidiastra –luego ad satra- ¿no es así?
Y nos enllavamos seguros en nuestras tinieblas
nos soltamos del terror... aquí está mi mano,
la cicatriz blanca en mi pulgar, y aquí está mi boca,
para acallar tu rumor, tendidos sin hablar
pensemos en Hardy , Shakespeare, Yeats o James;
calmemos con mágicos nombres nuestro pánico.
Miremos al techo, donde los focos de los taxis
forman espectros de luz, y veamos, más allá de este techo,
aquel otro lecho en que no nos moveremos:
y , junto o separados, no amaremos.
(...)