La Embajada de Bélgica, la Delegación General de Valonia-Bruselas en España y la
Fundación Ortega Muñoz en colaboración con la Junta de Extremadura dieron
patrocinio a la presentación del poemario El libro de las siete puertas, del
poeta belga Yves Namur.
Yves Namur (13 de julio de 1952) es uno de los poetas
belgas más apreciados, tanto dentro como fuera de las fronteras del país y su
obra ha sido traducida a numerosos idiomas. Nació en Namur, capital de la región
de Valonia. Vive como médico, poeta y secretario perpetuo de la Real Academia de
Lengua y Literatura Francesas de Bélgica. Su obra ha recibido un amplio y
prestigiado reconocimiento. Ha publicado numerosos volúmenes de poesía, entre
ellos Dis-moi quelque chose, Le libre des apparences, La tristesse du figuer y
La nuit amère.
Publicado originariamente en 1994, El libro de las siete puertas,
recala en nuestra lengua, de la mano de nuestra querida Emilia Oliva, que hace
las veces de traductora. Ha sido una larga espera hasta que el libro ha tenido
cabida en la colección Voces Sin Tiempo, dirigida por Jordi Doce y Álvaro
Valverde. Para la ocasión, se establece un diálogo en la cubierta del poemario
entre la obra del pintor extremeño Godofredo Ortega Muñoz y la del poeta Yves
Namur (Ut pictura poesis).
El evento que nos ocupa tuvo lugar el pasado 28 de
octubre de este 2024 en la casa del embajador belga en Madrid. Al mismo
asistieron el autor, la traductora, el director de la colección, numerosas
personalidades y muchos entusiastas de la palabra en verso, entre ellos este
humilde servidor.
Emilia Oliva abordó el largo y azaroso itinerario recorrido
desde que, en 1995, Elisa Luengo invitó a Yves Namur a la ciudad de Cáceres. En
ese momento, tras conocer Emilia al autor y proponerle Elisa la traducción de El
libro de las siete puertas, se dispuso a llevar a cabo la tarea. Tras un largo
letargo en el cajón de los proyectos perdidos, justo después de la asistencia de
Emilia a una exposición de Ortega Muñoz, esta decidió presentar el proyecto a la
Fundación Ortega Muñoz. Así las cosas, la publicación cobró vida de forma que
pintura y poesía volvieron a ir de la mano por nuevas singladuras.
El lenguaje
de Yves es pura claridad y precisión; repetición y variación; ubicuidad y
ocultamiento, siempre desde una musicalidad fragorosa…, pero no, no nos
engañemos, su minuciosidad no es baladí, ya que el bardo ahonda gravemente en la
inmensidad de la palabra, despeñándola hacia los abismos más inaccesibles y
despojándola de toda arqueología o convencionalismo, de forma que la palabra se
sumerge en sí misma para volver a nombrarse a través de un interrogante. La
palabra es el enigma y la solución a ese misterio solo puede venir del
extrañamiento de la palabra misma.
En cuanto a la estructura del poemario,
convenimos que el mismo se conforma a través de una triada que cuenta con un eje
de simetría que parte de la cuarta puerta (con 27 poemas [9 x 3]), dejando tres
puertas por delante (con 9 poemas cada una) y otras tres por detrás (con otros 9
poemas en cada capítulo). Una Santa Trinidad donde el número nueve y el número 3
adquieren una acentuada importancia… Como vemos son números complementarios.
Pero para comprender adecuadamente la importancia de estos números vamos a
analizarlos desde la óptica de la numerología.
En el contexto de la numerología
atribuimos al número 3 connotaciones multidimensionales interdependientes, ya
que la existencia se vehicula en diferentes planos de la realidad, todos ellos
interconectados cósmicamente. Esto supone una búsqueda del equilibrio, una
armonía cuerpo-mente-espíritu.
Por otra parte, el número 9 posee una vertiente
espiritual y otra física muy poderosas. Es un número que nos lleva a la
culminación, a la trascendencia y la sabiduría del espíritu. Además, nos invita
a dejar atrás el pasado y a abrirnos a nuevas posibilidades de desarrollo
evolutivo.
Como podemos apreciar, la construcción de El libro de las siete
puertas se materializa como una urdimbre circular donde todo está relacionado y
donde el aspecto metamorfosístico supone la cura del dolor de existir. Es la
nueva oportunidad. La luz.
Algo que, sin lugar a dudas, supone otra de las
claves para entender el libro es la propia palabra puerta. Una puerta es un
sendero que podemos cruzar o no. Una puerta puede abrirse o cerrarse, puede ser
la salvación o la condena. Es una opción a la que nadie nos empuja, pero a la
que nos dirigimos inexorablemente. Y, además, la puerta supone un azar, un
misterio, una pléyade de posibilidades que pueden propiciar cualquier cosa,
incluso lo imposible.
Así las cosas, es curioso que “La Puerta de la Muerte” sea
el comienzo del libro. Pero para Yves Namur, la muerte es el origen. Algo tiene
que morir para que algo nuevo germine. Hay una sombra que precede a otra y que,
en el caleidoscopio, conforman una nueva maravilla; el ayer y el mañana son una
deformación indispensable para el renacimiento atemporal del escriba.
La segunda
puerta es la denominada “Puerta de la Travesía”. Esta puerta supone una
invitación al nosotros y, como parte integrante de ese nosotros, al ego. Es la
puerta del conocimiento, de la ramificación, del árbol que tiende al cielo todas
sus ramas para sujetarse al límite del mundo con el solo objetivo de
aprehenderlo.
“La Puerta del Otro” es la tercera de las puertas y el final del
primer ciclo de la triada. Esta puerta conforma la etapa copulativa del
poemario. Es el ser, estar y parecer del poeta ante el mundo. Justo el lugar
donde aparece El otro, definido como una semejanza inverosímil.
Llegamos así al
meridiano del libro. Al adentrarnos en “La puerta de las Palabras y de lo
Impronunciable” notamos la importancia que tiene este capítulo en el poemario,
ya que vertebra los dos mundos a los que asistimos. Hasta ahora hemos asistido
al mundo-vergel, al Edén donde el poeta se conoce a sí mismo (temet nosce) y
nace de la nada muerta. Ahora, en este capítulo-bisagra, asistimos a lo abrupto
del nombre, el lugar donde el poeta debe enfrentarse a sus demonios. En este
capítulo hay todo un campo semántico (vacío, nada, círculo, origen, fin,
ausencia, desierto, olvido…) que se dispone como las ramas del árbol que nos
trasladará al universo de lo impronunciable, lo que da más miedo. Al paso de la
vida por encima de uno mismo, que asiste a todo esto con el pasmo y la
frustración que produce el no poder hacer nada; no poder regresar, no poder ir,
no poder reconstruir el límite del mundo en cada palabra.
“La puerta de lo
Imposible” es la encargada de abrir el último ciclo de la triada. Estamos ante
la asunción de la evidencia del desgaste que supone la vida. Qué pedir, qué más
pedir que no sea tan solo un nuevo día. Al igual que Prometeo, el poeta arrastra
un velo de palabras extintas que le devuelven constantemente al punto de partida
sin que se haya entendido verdaderamente nada. Será ese el anhelo que lo devora
por dentro y el que le lleve a pronunciar la imposibilidad de todo.
La sexta
entrada es la “Puerta de la Desaparición”. El poeta afronta la dolorosa
impostura del ser. Este capítulo supone una verdadera explosión de nihilismo.
Nada parece tener sentido y todo parece conducir a la extinción sin más
oportunidad de trascendencia.
“La puerta de la luz” es el final de la triada y,
al mismo tiempo, el comienzo de una nueva aventura. Parece brindar una
oportunidad a la esperanza. Parece como si la pupa diese paso a una mariposa
nueva que está condenada a repetirse en su historia y a llenar su ignorancia
innata de decepciones, consuelos y misterios hasta volver a ser luz; nueva agua
que desborde una nueva fuente.
En resumidas cuentas, El libro de las siete
puertas aporta a la poesía el brillo del símbolo, el goce del indicio, el
tránsito desde el ritmo hasta la fragancia, la dimensión micro y macroscópica de
la palabra y una mística humanista de marcado carácter cognitivo y existencial.
Estamos, siembre arrobados, ante una poiesis de la trascendencia y del exilio.
El libro de la siete puertas
Yves Namur
Edición bilingüe
Traducción: Emilia Oliva
Fundación Ortega Muñoz, Badajoz, 2003
ISBN: 978-84-09-54120-1
Ángel González González (Madrid, diciembre de 2024)