martes, 12 de noviembre de 2013

HIPOTECA































Con cuatro tablones y el deseo puesto a macerar en la olla
construimos, de barro, nuestro mundo
y lo resguardamos del frío mediante unas ventanas
a las que acceder a través de una puerta.
No pensamos en tejados.
No pensamos en verjas.
Ni siquiera queríamos un jardín
ni perros que ladrasen, en la noche, a las sombras extrañas.
Jamás tuvimos en cuenta cómo íbamos a organizar nuestras palabras
(hasta dónde arderían cuando encendiésemos la hoguera).
Jamás tuvimos en cuenta que los hogares crepitan,
se anegan, sufren ataques de humedad y se agrietan;
se hunden y sepultan: quieren y no pueden
existir en la existencia.