sábado, 1 de marzo de 2014

AUTORRETRATO


















En aquella ocasión me dieron un cubo.
Un enorme cubo de basura
con dos grandes ruedas negras
y una pesada escoba
con el palo de madera
embriagado de astillas.
Me dijeron
que tenía que recoger
toda la mierda
que vieran mis putos ojos
y que ni las piara
que no me comportara como una maricona
ya que solo querían ver
el puto contenedor lleno de basura;
de toda la basura que vieran
esos putos ojos míos.
Recuerdo que las manos me sangraban.
Recuerdo la angustia
al ver que se me echaba el tiempo encima
y toda la mugre
todavía andaba suelta
por las dependencias oficiales.
Seguramente estaría arrestado.
Recuerdo
que las astillas de madera
estaban clavadas muy hondo
y considero
que aún hoy
no hay manera de sacarlas.

Extraído de la antología La galería del caos

jueves, 27 de febrero de 2014

EL TRASH-METAL DE ILABI


























Encontré a Ilabi
en la tormenta del desierto
y sus manos estaban vacías.
—La nada, mi amada Ilabi,
no es más que el resultado
de una compleja operación aritmética.
El no existir en los demás
es otra cosa
—y a esa otra cosa es a la que se refiere
Ilabi cuando dice que su nombre
no es aceptado por la Real Academia

(a ellos no les gusta el Trash‐Metal).


Il‐Ab‐i quiere estar,
permanecer dentro del hueco...
Y ahora ella busca sus muertes
en las cunetas de mi carretera,
y ya no quiere soles
ni brújulas ni vigías
ni colchones ni mantas ni luz
que se cuele por la ventana.
En la oscuridad

dejo que me haga daño.


Es una pena estar solo,
¿verdad, Il—aBi?
Y como siempre,
no contesta,
cierra los ojos:

sueña que no existo.


¿Y qué mas dará
ser pobres
cuando aparezca
la factura de la luz,

eh, ILa‐bi?



Está aprendiendo rápido
y cuando abro la nevera
cuento.
A Ilabi
ya no le restan

yogures de marca.


Cuento, y creo
que ella está en el punto de mira
porque ve anuncios y todo.
La tele está
haciéndole mucho daño
a intervalos

demasiado cortos.


Sueña con ser mediática
y no tener la necesidad
con el pasmo que yo la tengo.
Y sé, por enésima vez,
que yo no estoy en sus planes;
que conmigo no cuenta,
pero no me acota
cuando echa a llorar

su orgullo.


Ila—bi produce caries,
la transmite
y me contagia miedos dentales:

sus enfermedades nostálgicas.


Ila‐B‐i dice que escribe.
Pienso que eso
sí que es peligroso
porque recordemos
que Ilabi no tiene padres,
es hija del desierto
y potencial compradora,

incluso.


Ni tú ni yo
sabemos resolver
satisfactoriamente
complejas operaciones
aritméticas,
pero
no debemos olvidar,
IL‐A‐bi,
que tu existencia
deviene
del resultado

de una de ellas.


Tiende a la insidia
su llanto
de niña arquetípicamente
mimosa y malcriada.
No tiene padres,
y eso
no lo encaja demasiado bien,
así como su nombre
no encaja
tampoco demasiado bien

en las altas esferas de la lengua.


En el ambulatorio
ciertas jeringuillas
capturaron
unas cuantas muestras.
Ilabi no viene de Grecia.
De Austria tampoco.
Ilabi es arena
con zapatos negros

de tachuelas.


Chiquilla anacrónica,
rapsoda malcriada,
niña anoréxica,
espiral de odio vidrioso:

no temas a lo que venga.


Hay una ley antigua
que dice
I‐LA‐BI
I‐LA‐BI
I‐LA‐BI

la oscuridad nos atañe.


Si la herida está infecta,
y el acceso de pus
ya está saliendo
es Ilabi,
I‐LA‐BI,
I‐LA‐BI,

manuscrito del Mar Muerto.

Con sendos redobles
en ambas muñecas
la madeja está hecha un lío,
chica tonta.

Un lío Trash Metal


Yo nunca fui un tubérculo.
No sé por qué me pides
más músculo,
Ninfa Púrpura.


Más peldaños
esta escalera no tiene.
No pidas más
de
lo
que
yo
puedo
darte
que me corrompes
plena

y absolutamente.

Las cuatro paredes de tu celda
están muy juntas,
anexas
para tanta cantidad de ti,
I‐LA‐BI,

pergamino vetusto.

No sé de dónde demonios,
Desolación,
voy a sacar tanto tiesto
y tanto capricho de agua
como tú necesitas.

Soy lo que soy.

Me desperté en la madrugada
y su cuerpo estaba frío;
frío de pergamino antiguo,
frío de azul cobalto…,
y yo la zarandeaba:
—I‐LA‐BI,
I‐LA‐BI,

I(…)!

Extraído del poemario El Trash-Metal de Ilabi (Inédito)