martes, 10 de noviembre de 2009

Mi solipsismo








Siembro flores que florecen de color lila tarde sí y tarde no. Aunque las pueda enumerar de memoria, a veces se salen de los margenes de lo tangible y se convierten en deseo. Deseo dejar de hacerlo. Deseo cortar la raíz. Deseo parar de desear, detrás de la máscara con que parece que se adorna todo. Ornamentalmente no tiene sentido. No vale para nada jugar a encontrar un sentido en el jardín ilógico de los "siempreeslomismo" porque ya no calienta el sol; ni siquiera irradia nada que lo apañe un poco. Deseo coger la espátula y raspar. Una a una, eliminar las capas místicas de mi barba; con los años uno envejece; soy joven; lo era. Deseo soldar estambres para luego jugar al martillo. A demolerlo todo. Uno un eslabón a otro porque sé que tarde o temprano dos fuerzas contrapuestas tienden a odiarse. Tengo una severa fijación opcipital por ahí clavada que me dice que arda en cuestión de segundos porque probablemente luego, cuando la saliva se harte de pasar por la garganta, la mayor parte de uno mismo quedará reducida a ascuas, escombros, cenizas sopladas al aire; es decir: nada: mi solipsismo.