jueves, 13 de septiembre de 2012

PLANETA CLANDESTINO + KUTXI . Ediciones del 4 de agosto




KUTXI ROMERO, CANTANTE DE LA BANDA DE ROCK NAVARRA MAREA, PRESENTA SU NUEVO LIBRO DE POEMAS EN AGOSTO CLANDESTINO


EN EL ACTO SE PRESENTARÁ TAMBIÉN EL NÚMERO 100 DE LA COLECCIÓN DE CUADERNOS DE POESÍA «PLANETA CLANDESTINO»


En el acto se presentarán los libros Bruce Willis es zurdo de Kutxi Romero y Aquel agosto de nuestras vidas y 100 balas de plata clandestinas, una antología-homenaje a la colección de cuadernos de poesía Planeta Clandestino (introducida y seleccionada por Ignacio Escuín Borao), los dos publicados por en la colección Planeta Clandestino de Ediciones del 4 de Agosto.

El acto será conducido por el pastor, poeta y editor Adrián Pérez Castillo.

Juan Sebastián Serrano escribió en Cerosetenta a propósito del cantante y poeta navarro: Kutxi Romero es un caso único en el rock español. Una mezcla rara entre gitano andaluz, un par de brochazos de Robe Iniesta, voz cancerígena a lo Tom Waits y un poeta bukowskiano. Uno de los mejores letristas del rock español en la actualidad. Su banda Marea es ante todo él: sus letras a veces incomprensibles, su carisma, su voz. Es él la energía rotunda de la banda navarra. Todos sus integrantes tienen su propio peso (y eso queda más claro que nunca en la fuerza instrumental de En mi hambre mando yo, su nuevo disco), pero están en cada estrofa al servicio de la personalidad de su voz. La cuestión es simple: sin Kutxi no hay Marea.
'El Kutxi' ha hecho de su cantar ronco y ajado una condición del alma. Una voz tabaquera que denota honestidad brutal, que combina la dulzura y calor de un beso con el salvajismo de un mordisco; la miel y la hiel, la rosa y la espina. Las zonas más azules de su ronca voz sobresalen en sus canciones acústicas o en las estrofas eléctricas más limpias; gritos desgarrados se escuchan en los cantos más flamencos mientras que el lado de su voz más frenético y punzante atraviesa toda la discografía de esta banda de Rock española.
(…)
Sus letras son mezcla de lo que escucha y lee. Romero viene de familia andaluza y a eso se debe en buena parte su garbo flamenco. Como homenaje al más grande, tiene tatuado a Camarón de la Isla en uno de sus brazos. Después de años de tímidos coqueteos con el flamenco dentro del rock de Marea, en el 2009 se embarcó en un proyecto con el grupo de música flamenca Jatajá, que dejaron para la galería canciones estupendas de una fusión rock-flamenco, teniendo siempre como referente lo que ya había hecho su amado Enrique Morente con Lagartija Nick. Acá pueden oír el resultado de esa mezcla.
Que Romero es un lector voraz lo atestiguan quienes lo conocen. Dice su amigo y admirado poeta David González en el prólogo que escribió para el libro de poemas León manso come mierda publicado por Ediciones del 4 de Agosto en el 2004: "He visto sus estanterías llenas de libros. He visto cómo se transforma la expresión de su cara cuando hablamos de literatura". En su juventud leía sobre todo escritores norteamericanos: Henry Miller, William Burroughs y sobretodo Bukowski, su amado y reverenciado Charles Bukowski. Con ellos descubrió a sus trece años que había otra forma de escribir, que había un mundo literario diferente al que le estaban enseñando en el colegio. También ha sido siempre muy lorquiano, sus imágenes le parecen las más poderosas de la poesía universal. La canción 'Ciudad de los gitanos' es una musicalización del poema Romance de la guardia civil española del poeta granadino.
Su faceta de poeta es poco conocida aunque no menos importante. Ha editado 3 poemarios: Ruidografías (de 1999),  El sumidero (editado en el 2001), Poemas indómitos (2003  y firmado como José Etxailarena), y la antología León manso come mierda (2004). Hay en su poesía imágenes formidables: "Se va mitigando el clamor/ el tronco se torna ceniza y con ella el humo/  el que sabía que llegaría / con el que tejeré mi destino/ con el que procuraré olvidarte" (Humo, León manso come mierda);  versos que lo dicen todo cuando uno sólo está sintiendo: "Hallar el sosiego del que huyo pero necesito/ encontrarme y a cambio perderte" (Fin del romance, León manso come mierda). Así es la poesía de José Romero: pone en palabras precisas lo que uno apenas intuye.

A propósito de Aquel agosto de nuestras vidas y 100 balas de plata clandestinas, la prestigiosa revistaQué Leer (número 179, septiembre 2012) dedicaba la noticia destacada se su sección de «Poesía y mundo editorial», escrita por el poeta Enrique Villagrasa, a la edición del libro: (…) es un recorrido por el paisaje actual con los versos de, entre otros, Enrique Falcón, Carmen Beltrán, Sonia San Román, Íñigo San Sebastián, Odón Serón, Enrique Cabezón, Alfredo Saldaña, Javier  García Rodríguez, Jaime Siles, Jesús Hilario Tundidor, Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena, Karmelo C. Iribarren, Leopoldo Alas, Roger Wolfe, Agustín García Calvo, Alberto Santamaría, Elena Medel, Yolanda Castaño, Jesús Cuadrado, Pedro Montealegre o Eduardo Milán. ¡Todo un logro en estos momentos!

Logroño,  12  deseptiembre de 2012.

Foto de MAREA_FREDI1
José Carlos Romero Lorente, más conocido como Kutxi Romero, vocalista y compositor del grupo navarroMarea. Además, es un reconocido poeta con cuatro libros publicados. Nace en el año 1975 en Berriozar, municipio perteneciente a Navarra, de padres andaluces. Tras llevar a cabo los estudios en su localidad natal, pasa a trabajar en una obra como peón. Allí es donde hace amistad con los que a la postre serían miembros de Marea, como César, el Piñas, Alén o Kolibrí. En cualquier caso, las inquietudes de Kutxi por el rock & roll de grupos como Rosendo o Barricada y su amor por la poesía fueron fuertes desde su juventud. Por eso, en el año 1999 publica su primer libro de poesía, Ruidografías, del que se distribuyen unas pocas copias sobre todo en su Berriozar natal. Paralelamente, el grupo Marea publica su primer disco, La patera, aunque en un principio fue éste el nombre pensado para el grupo y Marea el título del disco, ya que ya existía un grupo llamado así. Éste, que en un primer momento era una maqueta, se pagó con el premio que consiguió al ganar un certamen de cantautores en 1998. La Patera tendría una buena acogida en el circuito del rock urbano. Con Marea publica dos discos, Revolcón y Besos de perro. En cuanto a su carrera como poeta, publica El sumidero en 2001 y, bajo el seudónimo de José Etxailarena, Poemas indómitos en 2003. De ambos se distribuyen pocas copias. En 2004 publicó León manso come mierda (Ediciones del 4 de Agosto) que recopilaba todas sus publicaciones anteriores y que llegó a más público. Además, con Marea se publica 28.000 puñaladas. A finales de 2009, sale a la venta una reedición del libro León manso come mierda. Kutxi decide apartarse de la música durante un tiempo. En ese periodo, que llegará hasta los primeros compases de 2007, se centra en escribir una novela. En ese mismo año Kutxi y su grupo vuelven para publicar lo que sería su quinto disco, Las aceras están llenas de piojos. Nuevamente el de Berriozar combina su labor a la voz con unas poesías de corte muy personal. En el año 2009 publica su primer disco Raigambre con la banda de flamenco rock Ja Ta Ja, proyecto alternativo a Marea del que Romero forma parte como vocalista y compositor lírico. En 2011 se reúnen de nuevo Marea y sacan a la venta el último disco de la banda hasta la fecha, En mi hambre mando yo, que, en palabras del propio Kutxi, es el mejor disco de rock and roll de la historia y el disco más Marea de todos. En Agosto Clandestino, Kutxi Romero presentará su nuevo poemario Bruce Willis es zurdo (Ediciones del 4 de Agosto, 2012).

Ay, Virgen del Carmen

Le llamaban
el Virgen del Carmen,
porque esas eran las palabras
que más a menudo
salían de su boca.
En una
de sus borracheras infinitas
decidió ir
desde Berriozar
hasta su pueblo natal,
en Cádiz,
andando.
Cuentan
que lo atropelló
el coche
del cura
de una localidad
cercana
a la suya
tan sólo
a dos
kilómetros
de su destino.
En el lugar del accidente
nadie pone flores,
no hay ninguna cruz,
ni señalización alguna,
a pesar de ser el sitio
en el que,
aquella noche de mil novecientos noventa,
más veces
se apareció
la virgen.







I
gnacio Escuín Borao
escribe en la introducción de Aquel agosto de nuestras vidas y 100 balas de plata clandestinasNada es casual en un proyecto de este tipo, ni sus materiales, ni la selección de los autores, ni el fin del proyecto ni el trayecto del mismo, que no siempre tienen que ser semejantes. El cartón era el material elegido para esta colección desde el principio porque de inicio la colección era de producción manufacturada, es decir, los poetas-editores de Ediciones del 4 de Agosto seleccionaban los autores, los textos, maquetaban, imprimían, encuadernaban, distribuían, vendían, presentaban los libros, acompañaban a los autores… Lo hacían todo, y el cartón, además, con el papel y sus grapas daba a entender el principal mensaje de la colección: lo importante son los poemas, lo verdaderamente importante es el contenido del libro. Y los libros, su edición, eran una fiesta. Primero seleccionaban y maquetaban los textos, después los imprimían y todos juntos los encuadernaban. Celebraban el nacimiento de un nuevo libro como debiera hacerlo cada editorial porque a veces se nos olvida a todos todo esto, y parece que editamos libros como el churrero hace churros, metáfora común e insoportable, pero cristalina para entender cómo hasta el más bello de los actos que pueden realizarse acaba por convertirse en un acto rutinario si no se quiere hacer de él algo especial. Hablo de la edición como quien habla de un matrimonio o de una fe, pero quizá sea así porque creo en la edición de los libros por encima de cualquiera de las cosas, porque entiendo que el amor que un editor pone en que un libro escrito por otro autor sea bello y leído por el mayor número de lectores posible, asuntos de lucro a parte tratándose de poesía, es superior a casi cualquier amor (que no se trate de un amor entre dos seres, claro). ¿Hay algo más hermoso que creer en aquello que hacen los demás y esforzarse para darle forma y que el resto de los habitantes de este mundo puedan verlo? ¿Hay algo más generoso que dar tu tiempo y tu pasión, tu emoción y tu vida —no una parte de ella, no, tu vida— por algo en lo que se cree y no ha realizado uno mismo? Cuando hablamos de edición lo hacemos de generosidad, en primer lugar. También hablamos de sensibilidad por la belleza, de enorme búsqueda de la palabra que va libre por el mundo. No. No es solo coger algo que ha escrito alguien y lanzarlo al mercado convertido en un producto susceptible de ser vendido, se trata de amar la profesión como la aman este grupo de "locos", de entender la poesía no como un género literario —que lo es— si no como una manera de entender el mundo. A vueltas con la era digital, dando por finiquitado desde algunos espacios interesados al mundo impreso, un grupo de jóvenes e irreductibles riojanos creen en la poesía impresa en papel, manufacturada, de tiradas numeradas y firmadas. Y así le dan sentido al hecho de ser editor, porque no nos engañemos, maquetar y llevar a imprenta un libro no es ser editor, o lo es menos (¿es una plataforma como bubook una editorial?). Para mí editar significa elegir, discriminar entre aquello que uno piensa que debe ser leído por los demás, algunos poemas que deben componer un poemario para que así quede recogido en la historia. La era digital, la galaxia a la que no se le adivinan los límites, no debe suponer el fin de la edición tal cual se comprende hasta ahora. Existe una posibilidad remota para algunas mentes que solo creen en la beligerancia, en una mala interpretación de la selección natural de Darwin. Permítanme ustedes que desde aquí le lleve la contraria al maestro de la evolución: no siempre sobreviven los más fuertes porque el mundo, en ocasiones, no se basa solo en la fuerza. La colaboración, la solidaridad, la generosa aportación desinteresada de algunas personas es capaz de truncar la teoría que admite que solo los fuertes sobreviven. Pero esto no es una batalla y, en todo caso, bien sabemos por teorías como las de John Nash que el mejor modo de solventar un conflicto es un final colaborador en el que no haya ni vencedores ni vencidos. La poesía, como tantas cosas relacionadas con la creatividad, no parte de principios meramente objetivos para su valoración (y sé que esta aseveración es más que discutible), pero el criterio de un editor no responde a criterios únicamente relacionados con la objetividad, sí con la calidad; y además se añaden criterios relacionados con el gusto, y este elemento, se mire como se mire, será siempre subjetivo. Pero ¿qué no lo es? Este quizá no sea el lugar más oportuno para divagar acerca de la importancia de términos como realidad, objetividad, subjetividad… Una imagen mostrada por un medio puede responder a la realidad de una forma diametralmente opuesta a una imagen del mismo hecho con una disposición de la cámara diferente en otro medio. ¿Son distintas esas realidades? No, son la misma realidad observada desde lugares distintos. Pongamos el manido ejemplo del número de manifestantes en una de las actuales protestas motivadas por las inexplicables políticas de recortes (recortes a aquellos que poco o nada pueden recortar para seguir viviendo en un mundo en el que las normas las han establecido aquellos que no tienen problemas con los citados tijeretazos). Sabemos que los números no son rebatibles, son los que son, pero sí son interpretables. La ubicación de la cámara en una manifestación hará que el número parezca mayor o menor pues sabemos que se calcula el número de asistentes según la densidad de población, es decir, el número de ciudadanos que se encuentran en cada metro cuadrado. ¿Cuántos manifestantes había en la última de las protestas? ¿Fueron los distintos medios a diferentes manifestaciones o ubicaron sus cámaras e interpretaron las cifras a placer? Un editor elige y lanza su propuesta: aquí está mi elección. Entre el mar de posibilidades el editor decide qué textos deben formar parte de su sello, qué autores deben formar parte de esa familia y, finalmente, qué textos y correcciones deben formar parte del mismo. Editar no es únicamente vender libros, de hecho editar libros de poesía quizá sea el ejercicio de mercado con resultados menos lucrativos de los posibles, y si además se añade que los editores de Ediciones del 4 de Agosto regalan la mayor parte de los libros ese ejercicio de mercado queda reducido, prácticamente, a la nada. Y habrá quien dirá (¿verdad?) que han recibido subvenciones para poder sacar adelante este proyecto, pero se da la situación de que se trata de una Asociación Cultural sin ánimo de lucro y que por lo tanto puede concurrir a las mismas, y se da una circunstancia en la que todos deberíamos reflexionar y que se basa en que cuando un sector necesita de subvenciones para sobrevivir es porque no es rentable pero sí necesario. La poesía lo es, la poesía lo es, la poesía lo es.


Adrián Pérez Castillo (Logroño, 1970) es ganadero de ovejas desde los 14 años. Su pasión por la poesía le ha conducido por el sendero de la lectura y del verso desde muy pronto. De formación poética autodidacta, ha publicado los libros de poesía El dolor de un corazón desnudo(1999), Pastoreando versos y Un pastor ante la muerte (ambos en Ediciones del 4 de Agosto, 2007 y 2010). Su obra también está recogida en varias antologías como Experimento poético(Educarte, 2006), De mar a mar (Atenas, 2006),Voces y miradas en el Ateneo Riojano (Ateneo Riojano, 2007), Vida de perros (Ediciones del 4 de Agosto, 2007) y la revista Espantapájara Nº 2 (Universidad de La Serena, Chile, 2007), entre otras. Ha sido presidente y socio fundador de la "Asociación amigos de la poesía de la Rioja Baja", con la que ha relizado numerosos recitales poéticos. Igualmente ha impartido varias conferencias sobre poesía en diferentes institutos de educación secundaria, entre otros foros. Ha recibido los siguientes premios de poesía: Premio Villa de Autol (primer premio de poesía año 1995, 2000, 2006 y 2007, segundo premio en 1996), Premio Esteban Manuel de Villegas de Nájera (accésit año 2004, primer premio los años 2005 y 2006), premio Romanillos de Medinaceli de Soria (premio nacional 2006 y ganador de la espiga de bronce), el premio Poeta Revelación 2007 de la Editorial 4 de Agosto y librería Castroviejo en Logroño y el Premio internacional Fernando Gil Tudela en Cehegín (Murcia, 2009). En el Año 2007 presentó su libro Pastoreando versos en diferentes lugares de Chile como la Biblioteca de Santiago, la Universidad católica del Norte en Coquimbo. Allí entró en contacto con las asociaciones "Manuel Durán Díaz" en Antofagasta y la Sociedad de creaciones literarias S.A.L.C. en la ciudad de La Serena, con las que participó en diversos recitales poéticos. http://poemasadrianperez.blogspot.com


El acto programado para el día 14 de septiembre, protagonizado por el Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Zaragoza, Túa Blesa, se suspende por problemas de salud de un familiar del autor.



miércoles, 12 de septiembre de 2012

NO HAY VUELTA ATRÁS




NO HAY VUELTA ATRÁS




—Deberíamos considerar, papá, que tal vez ahora sea el mejor momento para mantener esa vieja charla que tenemos pendiente desde hace una década o dos, seguramente algo más…, y sin que por ello podamos echarnos la culpa el uno al otro por no haber encontrado la ocasión propicia para ello durante el transcurso de todo este tiempo, no, qué va, centrémonos en el hecho de que ahora tú y yo somos un equipo perfecto, tú con tu caña y yo con la mía, en la orilla de este fértil lago ficticio que estamos viendo en la tele. Papá, el mundo de la virtualidad nos es grato; no es una real mierda tal y como tú creíste en un pasado no muy lejano. Este es un mundo fantástico, un paradisíaco y onírico paisaje en el salón de nuestra casa donde ahora pueden vivir tucanes, y también anacondas, y panteras, además de los consabidos cucos, jabalís verrugosos, ciervos, gamos, linces ibéricos, osos polares que nunca llegan a tener el hocico lleno de rojo porque, recordemos, nadie necesita aquí comerse a nadie. Estoy pensando en la palabra concordia pero no estoy seguro de que sea la palabra más adecuada para definir lo que trato de…, e incluso jirafas, cocodrilos del Nilo fuera del Nilo... Esos animales, el medio que nos rodea y nosotros mismos formamos parte de un todo colofonado por un lacito rojo como si de un regalo se tratase. Tomemos plena conciencia de todo esto que nos está ocurriendo en nuestro cómodo salón, y ahora es cuando te pido que cierres los ojos y tires tu caña, mejor dicho, que tires la línea al agua, dirige la plomada hacia el punto donde piensas que están los peces gordos, y que detrás de la plomada vaya la boya, todo al unísono, hasta que suene un “choc” envolvente a lo lejos, tensa la línea, hay una especie de pajita flotando enfrente de ti, y piensas que es la punta de la boya, pero no, no lo es, tu boya está a unos diez centímetros más a la izquierda, sí, ésa sí que es. Nota que pareciera que los dichosos mosquitos nos están comiendo…, y he aquí la maravilla, no sentimos ningún tipo de punción en las piernas, ni en un brazo, ni esos quisquillosos picotazos detrás del lóbulo de la oreja. Esto, papá, es un esfuerzo técnico para que nos sintamos a salvo de los peligros de ese espeluznante mundo que está ahí fuera y que nos hiere nada más poner un pie en él; ese mundo real sí que es una mierda, padre; nuestro microhábitat enfrente de la tele, no. Consideremos cómo lo que voy a pormenorizar ahora mismo nos ha ocurrido en infinidad de ocasiones, consideremos el hecho de que viajamos durante más de setecientos kilómetros para pescar el mejor ejemplar de salmón salvaje que existe en todo el país. Ahora nótese que estamos muy cansados al llegar a nuestro destino. Diríase que aplastados por el largo viaje, nos sentimos bastante densos, diezmados de no ser por ese nuestro ardor guerrero de cuando salimos de pesca. Subsiguientemente abordemos la difícil cuestión de si tú te has encargado de traer el cebo, o por el contrario la persona designada para este importante, quiero recalcar importante como si no existiese nada más en el mundo que mereciese tanto la pena, trabajito recaería completamente sobre este ente que soy yo. Luchemos por hacernos con el instante en que ambos percibimos, al unísono, la inmoralidad que los dos hemos acometido al desentendernos de la responsabilidad de traer el cebo. Sintamos cómo cada uno de nosotros percibe en su interior una especie de rabia lógica que significa básicamente que entre ambos la hemos vuelto a fastidiar de una forma tal que es imposible arreglarlo. Es domingo y las tiendas de cebo para salmones están todas cerradas. Luego, nos pondremos a hablar de que en China dicen que solamente tienen dos días no laborales en todo un año. Nos maravilla China y los chinos que la ocupan y su muralla china y todo lo que sea chino porque en China, nuestro problema, no lo sería tanto, seguro que en un radio de acción bastante pequeño hallaríamos nuestro preciado y tan necesario, ahora más que nunca, cebo. Nos pondremos subsidiariamente a charlar sobre esa cuestión resultando la misma plenamente inútil porque hemos vuelto de nuestro viaje asiático y estamos de regreso a la realidad que nos atañe. Domingo y sin cebo. Setecientos kilómetros. Mucho tiempo. Ahí tirado. Dale la vuelta al coche. Volvemos a casa. Lo de ahora mismo, este ambiente en casa, es mucho mejor que lo de antes, la prehistoria, el pleistoceno informático no daba lugar al placer en el que nos encontramos inmersos, en aquella era, justo al principio, estaban los Amstrad y esos horribles juegos de casete, me refiero al Boulder Das, el Batman, una indeterminada versión del Arkanoid que apenas recuerdo, e incluso al primigenio 1942, éste ya en disquete…Un breve apunte, mi significativo progenitor: si en este preciso instante le doy al botón que desconecta nuestro equipo de realidad virtual observarás cómo lo que te está pareciendo tan real, me refiero a eso que dices de que puedes notar como si el agua tocase tu cabeza, no es una sensación perceptiva por vía virtual, si desconectase nuestra atadura a ese otro maravilloso mundo ficticio a través del citado botón tendría que reseñarte, al respecto del tema que tratamos con los albañiles cuando les comentamos la historia de nuestra ya familiar y terca gotera de siempre, que al parecer los operarios no hicieron bien su trabajo. No te importe ahora. Todo a su tiempo. Lo resolveré con esos tipos. Interpondré algún tipo de demanda judicial si no desean hacerse cargo. Que nada turbe Esta Paz. Utilizaremos tu viejo paraguas, y mientras, esperaremos a que inventen paraguas más modernos y versátiles. Los tiempos han cambiado, recuerda, nada de que antes era más guay, AHORA, así con mayúsculas, somos una interfaz gracias a estos maravillosos tiempos futuros del código binario, y nos estamos complementando gracias a ciertos artilugios como éste. Puede parecer un cacharro un tanto tosco. Si coges dos patatas, las unes mediante un tubo hueco de cartón como el del papel del váter, las embadurnas con fibra de vidrio o algún material parecido, luego las pintas y las pules para que adquieran el acabado que siempre exigimos a nuestros fetiches tecnológicos, puede parecer que has conseguido imitar al XZ-Virtual21. Y entonces, al intentar pulsar algún tipo de rudimentario botón del tosco invento tendrás plena conciencia de que lo importante, lo que hace valioso el equipo, lo que le diferencia de unas simples patatas ensambladas y posteriormente lacadas en negro pulimentado e hiperbrillante es sólo lo que lleva dentro: el tratamiento que recibe la información mediante cables y circuitos.

El milagro. Cómo suena, ¿verdad? Ten fe, pronto picarán y entonces las comisuras de tus labios tocarán los lóbulos de tus orejas. Estoy siendo quizás demasiado ingenuo porque bien creo que lo que te hará excelsamente feliz será el momento en que sientas las espectaculares vibraciones del mando. Desearía que estuvieses preparado para ese cosquilleo pero seguramente seas incapaz de disfrutarlo como yo espero porque no paras de hablar de lo de que tu infancia se desenvolvía entre las pelotas de trapos atados y aquellas batallas campales entre enanos vestidos con pantalón corto y con las rodillas desolladas. No sé. No llego a imaginar en qué parte estás ahora mismo; si estás en estos tiempos tecnológicos o estás anclado en tu pasado pregoogleniano. Me viene a la memoria el recuerdo de esas fotos tuyas amarillentas y raídas. Tus orejas en esas fotos parecen más que grandes. Este pensamiento siempre me ha abordado durante la mayoría de las ocasiones en que me has enseñado las fotos de cuando eras un crío, jamás he tenido la osadía de decírtelo porque no me gusta herirte gratuitamente. Ahora tus pabellones auditivos parecen haber mermado sustancialmente. Parece mentira. Los científicos deberían estudiarían concienzudamente tu caso. Cómo ha sido posible ese prodigio, y ya de paso me gustaría que estudiasen por qué demonios te ha cogido por los huevos esa puta enfermedad que se ha llevado tu memoria a no sé dónde. Te echo de menos constantemente, me paso las horas mirándote e intentando que comprendas que soy tu hijo, tu único hijo, y que alguna vez fuiste la persona que supo encaminar mi vida e inculcarme estos valores que ahora tengo. ¡Es injusto, papá! ¡Puta mierda, puta mierda, joder! Lo siento mucho, es un vocabulario impropio, a veces me ocurre, te miro y me siento bastante cabreado con el mundo. Solo pido poder disimular las enormes ganas de llorar que ahora tengo. Tú siempre dijiste que había que ser fuertes y tener la vista fijada en el presente que se te viene encima, mira, te están picando, ahora es cuando vas a sentir la fantástica vibración del mando de la videoconsola. ¿No es genial? No, no lo es, no es nada genial, apenas eres capaz de sostener el mando, de hecho se te acaba de caer al suelo, es igual, si se ha roto lo tiraremos a la basura y compraremos otro nuevo. Es una injusticia… Comprar otro. Sustituir uno inservible por otro nuevo sin apenas sentir ninguna clase de ahogo. Estos son los tiempos modernos. Con estos parámetros estamos construyendo este nuevo mundo del cual soy un firme defensor a ultranza. Si algo ya no vale, si consideras una amistad efímera y superficial del facebook como caduca, si te levantas una mañana y ves que algún dispositivo te parece un poco arcaico, te deshaces de ello y ya está… No está, no está, no está…Yo te quiero, ¿nunca te dije lo que te quería? Seguro que alguna vez tuve que haber dicho algo parecido, en alguna ocasión se me escaparía que te quería un montón y que en todo el cosmos no había un padre tan fuerte y tan bueno como tú. Nunca he olvidado una escena en la que me despertaba de la siesta y me tenías rodeado con tus enormes brazos musculosos. Me sentí el niño más afortunado del mundo. Estábamos tú y yo, no había más, nada más que tuviera precio o que se quedase obsoleto al menor descuido. Pero eso ya da exactamente igual. Esto es lo que tenemos, toma coge mi mando, siéntate en mis rodillas y yo te ayudaré a accionar los pulsadores en el momento oportuno, ya verás lo bien que lo pasamos, es lo mínimo que puedo hacer por ti. Ahora seré yo quien te lleve de la mano por nuestros nuevos tiempos de ahora mismo donde no cabe una vuelta atrás. ¿Nunca te dije cuánto te quería? No puede ser verdad.

Publicado en ciberfanzine Borraska

martes, 11 de septiembre de 2012

FERNANDO VICENTE. ILUSTRACIONES PARA "EL MANIFIESTO COMUNISTA"


Fernando Vicente es uno de mis ilustradores preferidos (seguramente el más favorito de todos). Sus trabajos siempre me dejan un buen sabor de boca porque me saben a Arte, y porque él es todo un referente.

Hoy inaugura una exposición en la que mostrará las ilustraciones realizadas para El manifiesto comunista, que publica la editorial  Nórdica.

Esto sucederá hoy,11 de septiembre, a las 19:30 hs en la librería Panta Rhei (C/ Hernán Cortés 7 Madrid).

Además del propio Fernando, intervendrán Jacobo Muñoz y Diego Moreno (Nórdica LIbros). 

lunes, 10 de septiembre de 2012

ROY & EL ESCRITOR





ROY & EL ESCRITOR 




EL ESCRITOR 


—Una habitación inquietante, sí, pero con algunos cuadros, no sé, cambiando un poco la decoración, esto aquí y eso allá…, y las sillas y el escritorio ¿de dónde has sacado esa enorme mole de mierda? ¿Del mercadillo tal vez? Y no, no estoy diciendo nada de que usted tenga mal gusto y esas cosas, ¿sabe? Pero es que los escritores solemos ser bastante quisquillosos, tenemos nuestras paranoias. Venga, el escritorio me vale, lo que sí que le rogaría es que me sacase los gatos de la casa, tengo alergia, no es por otra cosa, una alergia como un camión, achús, achús, achús y me caigo al suelo…, no me parecen mal los gatos en sí como animales de compañía, pero es que los veo como, no sé si me entiende, esporíferos, parece que al menor ruido saldrán todos en desbandada dejando sus pelillos por todas partes y luego yo con el Ventolín® es un problema porque, ¿aquí no tienen farmacia, verdad? Me he traído repuesto para un par de meses pero mi médico se mostraba bastante reacio a recetarme más, y mira que se lo expliqué y le dije dónde venía y que esto estaba casi incomunicado o algo así. Estos facultativos siempre se piensan que cuando uno pide una considerable cantidad de medicamentos es porque es un toxicómano. No, le vuelvo a decir, doctor, que lo que ocurre es que como vuelva a darme otro de esos ataques voy a palmarla y aún me quedan por escribir dos o tres buenos libros. No sé si se lo he dicho antes, escribo novelas. A lo mejor a usted no le gusta leer, no hace falta que ponga esa cara, es que cuando estoy nervioso hablo hasta por los codos. ¿Me sacará los gatos? ¿Mañana por la mañana? Bueno, hágalo cuando pueda, no me queda otro remedio que instalarme aquí y ponerme a trabajar. Es una novela de terror. Ya, que no le importa, disculpe amigo. 






HACIA UN CLARO RASTRO DE PLASMA TOTALMENTE CREATIVO 


Todo empezó en la cocina, fraguándose sobre la encimera una de la mayores atrocidades de las que nuestra sociedad haya tenido conocimiento. Era mil novecientos noventa y pico, en pleno apogeo del grunge. Los Soundgarden, los Alice in Chanis, Nirvana, Sonic Youth, Breeders, L7, Mudhoney, Pearl Jam, y etcéteras. A tomar por culo los Beatles. Los jóvenes se pasaban por el forro todo lo relativo a las modas, a la ropa cara. Los ídolos empezaban a caer uno tras otro. Era un ambiente de fusión entre el punk y el metal con gente muy parecida a nosotros, que se agarraba al micro y que nos odiaba a muerte, con sus pantalones vaqueros y esa ropa abigarrada, en comunión con nada, desvencijada sin ninguna primavera donde florecer, nada de poesía mona, solo la cruda realidad y unas guitarras que te ponen los pelos de punta. Lento, rápido, lento, rápido y así hasta que el tema terminaba y empezaba la siguiente pista. Buenos discos, sin duda…, y esos conciertos hiperlongevos, multitudinarios, citas imprescindibles en Reading, Lollapalooza…; como en Woodstock pero casi treinta años después. Pues bien: El calendario, al lado de la nevera tenía tachados todos los recuadros justo hasta el siete de diciembre inclusive, por lo que para bien o para mal, el ocho de diciembre, es nuestra fecha. 


     Roy Oister Vargas vivía solo, sin tener animadversión hacia nada. La sociedad no le repudiaba, simplemente pasaba de él porque no esperaba que hiciera ninguna proeza. No tenía tele. No iba a los partidos de fútbol. Solo le gustaba construir maquetas de ciudades con esos árboles fantasmagóricos en cuyas ramas depositaba pájaros que él mismo disecaba específicamente para luego insertarlos en esas recreaciones a pequeña escala de lo que consideraba un Mundo Perfecto e Inalcanzable. Roy no vestía de negro ni creo que le gustase la muerte, las telarañas, los labios en rojo mal perfilados o excesivamente extralimitados con esa abstracción propia de los Cure; apenas sentía una mísera empatía por las historias góticas…, y el arte conceptual, contemporáneo y demás, le traía sin cuidado. No pertenecía a la bohemia, ni su vida intentaba seguir las directrices de ningún personaje famoso. Sabía perfectamente que todos esos tipos eran una auténtica farsa. Eran postizos. En cuanto a los cementerios, no había pisado ninguno desde la época prehistórica en que murió su madre. De Cáncer precisamente, cuando el Cáncer no era Cáncer sino una extraña enfermedad confundida con otras para las que sí que se tenía una explicación encuadrada dentro de la lógica médica. En aquella época podían decirte que tu madre murió de una neumonía, mala suerte. Roy era un perfecto caballero de uno setenta, fumador, bebedor ocasional, desgaste sentimental ordinario, un historial clínico bastante ínfimo, casi nulo, un puesto de trabajo en el Depósito de Aguas Municipal y una casa cedida por el Ayuntamiento, sin renta. El huerto de la parte de atrás estaba lleno de cáñamo, por lo que cuando llegaba un poli nuevo a la comisaría de Asepsia, los demás compañeros le gastaban la manida (hasta la saciedad) broma de instigarle a que detuviera a Roy por Plantación Ilegal de Sustancias Nocivas e Insalubres. Lo cual sucedía siempre y a él no le importaba en absoluto el percance (a Roy, por supuesto) porque así tenía la completa certeza de que lo dejarían en paz hasta que llegase el próximo agente, cosa que solía suceder aproximadamente en un periplo de tiempo bienal. Así que no estaba nada mal, era aceptable, así como también era evidente que el motivo principal de este tipo de horticultura no tenía otro sentido que precisamente alimentar a los pájaros que solían transitar la plantación en busca de esas preciadas semillas. Aprovechando el paso de dichos pájaros por su plantación, mediante unas toscas tablillas impregnadas de un pegamento especial para ratas comúnmente conocido como Liga, Roy se abastecía de materia prima para embalsamar y subsidiariamente colocar en sus estudiadas maquetas metropolitanas. 


EL RASTRO DE PLASMA TOTALMENTE CREATIVO 


Pues bien, el ocho de diciembre fue la fecha en que nuestro sujeto se empeñó en crear una receta de cocina a base de productos vegetales y filetes de pollo y por ello Roy cortaba frenéticamente la cebolla en minúsculas partículas cuando uno de sus dedos, el anular concretamente, fue seccionado por uno de esos cuchillos del tele-venta que poseían un filo hiperterrible garantizado de por vida. El aire que entró entre el hueco que los dientes y el labio inferior de Roy (que estaban tocándose cuando sucedió lo del dedo) produjo un sonido especial que podríamos describir con muchas efes aspiradas para adentro. Hacernos a la idea no es complicado. Acto seguido la sangre se derramaba con una fiereza inenarrable sobre la tabla, la cebolla nano-picada, el suelo, las paredes y todo el trayecto que el chico recorrió presurosamente hasta llegar al armario donde guardaba el botiquín para casos de emergencia, y éste por supuesto que lo era, en tanto que la sangre solo cuajaba en el suelo, nunca en su dedo, y las plaquetas no estaban por la labor de detener todo aquel entuerto. Roy había escuchado algo de que, al respecto de las amputaciones, lo que hay que hacer es introducir la pieza seccionada en hielo y acudir urgentemente al hospital más cercano. Como en Asepsia no existía tal, ni él mismo como individuo perteneciente a una congregación de vecinos no superior a trescientos individuos contando al párroco, no conocía a nadie que pudiera coser eso y también, dado que además no tenía coche porque jamás pensó que le hiciera falta uno, sumado a que si él podía, que siempre lo hacía, no quería relacionarse con nadie [debido todo ello al ingrato recuerdo de uno de esos típicos episodios de apartheid social durante su infancia, en el que los niños de la escuela no quisieron entender que el aspecto rubicundo y flagelado de su piel era una curiosa historia de urticaria que él no había peticionado, y que la enfermedad, por alguna extrañeza congénita, se había establecido en su familia desde los más remotos tiempos que se puedan recordar. Su padre trató de aclararle el asunto cierto día en que Roy llegó de la escuela perseguido por los tirachinas de los niños y le dijo que: 


     —Hijo, esto que te ocurre a ti es un error, un error, la naturaleza ha cometido algún error y por lo que quiera que sea esos chiquillos…, no les guardes rencor, esos enanos que no tienen ni media hostia no les guardes rencor, perdón, este lenguaje no es tolerable, no debiera serlo, nunca, no les hagas mucho caso, solo los idiotas pueden llegar a no comprender una enfermedad…¿Te imaginas, hijo mío, parte de mi parte, imaginas que Alexander Fleming no hubiera comprendido lo que es la enfermedad? Sería un desastre para todos, para todo el mundo, incluso para esos burros, pero no les guardes rencor, despeja el odio de ti (en ese momento abre la ventana, se asoma, saca la mitad del cuerpo a la calle, intenta cerrar la ventana tras de sí todo lo posible, inspira, toma aire, mucho aire y dice: ¡Sí, imbéciles, cerdos de mierda, copularé con todas vuestras daifas madres hasta llegar al desgarre pélvico y esperaré pacientemente, oh señor, a que se desangren en el suelo, y en el suelo seguiré entrando en ellas, lo haré, por el dios piadoso que lo haré, me internaré en ellas plenamente, perros hijos del lenocinio, en verdad os lo digo, no pararé de hacerlo hasta que sus ojos, los oscuros y vidriosos ojos de vuestras lenas, hurgamanderas e infames madres, se salgan de sus cuencas, y en tal caso, cogeré, les abriré una pequeña oquedad y también entraré en ella, copularé tibiamente los ojos de vuestras madres, chiquillos fruto del lascivo impulso meretrizoide, aquí mi palabra, aquí la revelación divina que tanto hemos esperado, la ley que debe ser…), debes comprenderles, son, son solo tontitos, ellos no, no, amor mío, fruto de mis entrañas, ellos no leyeron a Platón con siete años como hiciste tú, este tipo de gente es la que mata al que les dice que viven entre las sombras, seguro que Platón también padeció algo similar a ésta nuestra enfermedad enfáticamente urticaria, pobres… Me dan pena esos niños, vivir así la violencia, me pregunto dónde, a qué lugar querrán llegar así… 


     Seguidamente, el padre de Oister le hizo saber a nuestro Oister que no olvidara que había muchas enfermedades, y que esas enfermedades también se cebaban con los idiotas que no las comprendían, que no comprendían los padecimientos: 


     —Esos niños de los tirachinas, tarde o temprano van a sufrir, hijo mío, tarde o temprano lo harán, no les guardes rencor; cuando encuentren su propia enfermedad, sé compasivo; en esos momentos tan solo mantente cerca, escucha la voz de tu padre: ellos sudarán y tendrán dolor, les dolerá todo el cuerpo, sufrirán, y es entonces, no les tengas sus actos en cuenta, es solo entonces, en el propio instante del que te hablo, hijo mío, cuando debes procurar estar cerca, es muy importante que no hables, que no digas una sola palabra, solo, recuérdalo siempre, solo intenta mantenerte muy cerca de ellos, con que noten tu presencia allí basta, mírales y no dejes nunca, ¡nunca!, de hacerlo…, puñeteros críos. 


     Las breves instrucciones y acotaciones de su querido padre le consternaron y le dejaron pensativo. En aquella época de su vida se refugió en los libros de un tal Poe, el cual escribía cosas sobrecogedoras. Él siempre había sido un buen lector al que no le gustaba leer. Todo cambia. Su amado padre le dijo un día: Una vez en una aterradora medianoche, mientras yo reflexionaba, débil, cansado sobre un gran volumen, etc. Y ese veneno caló hondo y le cambió por completo. Amaba a su padre, le había enseñado tanto, y al padre de su padre, nunca hallaría palabras para agradecérselo, y al padre del padre de…, eso. Al cabo de un tiempo, y ya reformado como lector al que sí que le gustaba leer, llegó a sus manos Manuscrito encontrado en una botella. Poco tiempo después pensó Roy que cruzaría el charco hacia Europa, cosa que no hizo, y se quedó en Asepsia, donde jamás llegaría a ser como Poe, ni siquiera como Bécquer, ni Shelley, ni Guy, Hoffmann, James, Maupassant, etecé], creyó tener una solución a su alcance sin necesidad de recurrir a nadie. Su dedo amputado proyectaba ya una coloración lívida bastante preocupante. Había que coserlo de alguna manera. Roy cogió aguja e hilo y se dispuso a dar puntadas a dolor vivo hasta que consiguió unir la falange díscola con el resto del dedo anular de su mano, que temblaba. 



LA CREACIÓN 


Una semana después, milagrosamente, el dedo cobraba vida. Cogió el color de la tez castigada de Roy y él se sentía muy contento, tanto, que su cabeza no dejaba de dar vueltas a proyectos creativos asombrosos con pájaros disecados y casas, muchas casas, dispuestas en un orden increíble. Aquella tarde del doce de diciembre optó por darle vueltas a lo del dedo, que parecía haber tomado una coloración parecida a la de las personas normales y corrientes. Al rato escuchó una de las canciones de Michael Jackson y se dio cuenta de que Él había logrado cambiar su pigmentación, había escapado del ser negro para unirse al ser blanco. Había huido de su piel: la había transformado. Pero Roy no era ni negro ni blanco, sino una fea urticaria humana, y no tenía ni un céntimo de sobra: su código postal le indicaba que la ayuda de la cirugía plástica le quedaba tan lejos como la vida a Marte. Todas las ideas que existen en el mundo llegaban a su cabeza, pero durante la criba solo se quedó una de ellas. Era algo relacionado con su flamante nuevo dedo. Necesitaba nuevos ensamblajes. 


     Last Exist, de los Pearl Jam, sonaba duro en la radio y Cherub Rock, de los Smashing Pumpkins, ya había finalizado. El timbre de la puerta sonó. Era un vendedor ambulante que ofrecía una colección de literatura fantástica. El vendedor le ofreció a Roy un folleto en el que salía una foto de Edgar A. Poe, que nuestro Roy interpretó como una señal del mismo escritor que le estaba indicando el camino hacia la felicidad. Se mostró dispuesto a comprar esa colección de literatura e invitó al vendedor ambulante a pasar al interior de la casa para firmar la solicitud, indicándole a su vez que le parecía genial que en el plazo de una semana esa colección estuviera centelleando en los anaqueles de su pequeña biblioteca. En el transcurso de una cálida conversación acerca de las dotes poéticas y tétricas de Poe, el vendedor hizo gala de su aptitud para este trabajo, recitando de carrerilla “El cuervo”, el poema preferido de Roy, que entró en una especie de éxtasis y le clavó en la garganta su preciado cuchillo hipercortante, a lo que el vendedor respondió con un grito ahogado que ni siguiera llegó a sonar nada en absoluto, cayendo muerto al suelo sobre su cretino charco de sangre. Siguiendo el mismo procedimiento que cuando se cortó la tercera falange del dedo anular, Roy taló una a una las secciones del cuerpo del vendedor, las introdujo en el congelador y pensó que ya decidiría más tarde qué partes de ese cadáver iba a implantarse. 


     Al cabo de unos meses encontró una forma de alejarse de la vista de los vecinos de Asepsia en la figura de Jimmy Denver, un adicto a la cerveza que le traía a la puerta de casa todo lo necesario para la subsistencia y que le hacía a Roy todas la labores propias de su trabajo en el Depósito de Aguas del pueblo. Jimmy nunca preguntaba nada ni se fijaba en otra cosa que no fueran los billetes canjeables por dosis de cerveza que le proporcionaba Roy a cambio de sus servicios y de su absoluta discreción. 


     El folleto con la foto del mismísimo ídolo de Roy, a saber: Edgar, presidía la mesa del comedor y su cuerpo de Roy, en un alto porcentaje ensamblado con porciones de otros cuerpos tales como el de la limpiadora, el del jardinero, el chico del orfanato y los de varios mendigos a los que Roy había mostrado su hospitalidad de esa forma tan extraña que él y su cuchillo tenían últimamente. La disidencia primigenia de las cicatrices estaba ahora pasando a hiperfusión molecular. Todo era perfecto, pero el olor fétido de los desechos de los cadáveres del sótano empezaba a tomar asiento en la parte superior de la casa, de ahí que el chico intentara quemar algunos de los cuerpos. En contra de sus deseos más acuciantes el hedor se acrecentaba aún más por toda la zona y los vecinos podían llegar a sospechar algo. Irremediablemente esas sospechas atraerían a la pasma y la misma le pondría de patitas en la cárcel, o en la silla eléctrica. Necesitaba un coche, pero como ya es de sobra sabido, había un problema a este respecto, así que Jimmy no dudó, a cambio de un billete de cien, en ir al desguace de Terry para apañar algo. Con unas cuantas piezas pronto tuvo Roy un medio de librarse de los cadáveres durante la “medianoche aterradora”, o sea que tenía coche. Así se deshizo de los malos olores y fue apropiándose de los pedazos de cuanto desgraciado tenía la mala suerte de llamar a su puerta. Y no deberíamos olvidar de que la cabeza de Jimmy le atraía, no le importaría tenerla encima de su cuerpo, pero por otra parte, el tipo le era imprescindible para conseguir sus fines de Roy Oister. La cabeza le daba vueltas, sentía un ligero mareo y algún añadido tal como, por ejemplo, la fiebre. Pensó que tal vez iba a morir sin concluir su trabajo y él en el fondo se veía rondando la perfección de no ser por la sutura amateur con que había bordado torpemente su brazo izquierdo. Entonces sonaba en la radio el “Come as you are” de Nirvana y empezó a sentirse mejor. Tomó el antibiótico. También decidió tomar la codeína pura que Jimmy le había robado a un amigo suyo que a su vez se lo había robado a una chica adicta, que lo obtuvo felando el pene de uno de los cirujanos del hospital de la capital. Notó que estaba mejor, mucho mejor y se le ocurrió encender la chimenea y dos cirios rojos para solemnizar el altar que había creado alrededor de la foto de su salvador, el señor Poe. Al cabo de un rato se hizo de noche y Roy pensó que lo mejor sería irse a la cama, pero un momento, le pareció francamente mal dejar encendida la chimenea por el evidente riesgo que existía de que se incendiase algo y se propagase el fuego por toda la casa, y que consecuentemente, él muriese con la tarea de su metamorfosis medio hecha. De este modo, por no ir a la cocina a por agua, además de por los efectos de la codeína junto con el brandy y las cervezas que se había tomado, decidió mear directamente en la chimenea para apagar el fuego y eso, francamente, olía apestosamente mal a pesar de que el último tema de la noche fuera el de los Alice in Chains “Sea of sorrow”. 


     ¿Quieres parar ya de morir? —soñaba Roy. Su cuerpo estaba resolviendo una muerte y resurrección cíclica que lo estaba empezando a atosigar demasiado. Los miembros amputados y los cosidos se debatían en una incesante disquisición acerca de si quedarse o marcharse a su anterior dueño y él no quería tener su antiguo y urticante cuerpo bajo ningún concepto. Se despertó sudando y desolado fue a buscar a Jimmy para así finiquitar su transformación definitiva. Tenía que aleccionarle de lo que debía hacer para que la implantación de una cabeza nueva derivase en otro rotundo y total éxito. Jimmy estaba bajo el voladizo de un garaje, al lado del Ayuntamiento, con una considerable carga de inutilidad física debido a las elevadas dosis de alcohol que le invadían las venas. Se lo llevó a casa y lo espabiló como pudo (como pudo, también significa algún golpe que otro y cubos de agua helada en las pelotas), entonces al regresar a este mundo, Jimmy, entendió el plan y comprendió que le aportaría unos dos mil pavos. Salió nuevamente por la puerta (esquivando los gatos que se reproducían como ratas debido al alimento a base de carne humana triturada que les preparaba Roy) con la promesa de que al día siguiente le traería a la persona indicada para lo de implantarse una nueva cabeza. Roy escribió en una libreta cómo Jimmy debería realizar el proceso y no olvidó en apuntillar en mayúsculas la existencia de dos mil pavos, ideales para apagar mucha, muchísima sed dipsómana, para que así Jimmy pusiera algo más de interés de lo que solía poner siempre. Cuando a Jimmy le movía el interés solía trabajar mejor aún que el más experto de los doctores de cualquier ámbito académico. Esto era un pensamiento claramente contrastable y empírico, fruto de la lucidez sapiencial de nuestro Roy. Así que al cabo de dos días está sonando ese tema de Temple Of The Dog que se llama Hunger Strike y Roy se dirige con el cuchillo cuya hoja está terroríficamente afilada a la habitación de alguien que dice que es escritor de novelas de terror y que supuestamente ha alquilado una casa cuando lo que realmente ha alquilado es una decapitación inminente y Jimmy…, Jimmy está esperando afuera. 



EPÍLOGO


A las ocho y media de la mañana Roy Larsen cargó la furgoneta con todas las jaulas para atrapar gatos que su viejo amigo Ben pudo prestarle. Con el ceño fruncido arrancó y se dirigió a la casa que había alquilado al escritor. Esperaba que estuviese dormido cuando llegara. No quería aguantarle ni una palabra más y hasta llegó a pensar en que estaba arrepentido por la insensatez de hacer de casero de un tarado que escribía chorradas que a nadie le interesaban ya. Por otro lado sentía cierta nostalgia hacia esos gatos que tan buenos momentos le habían regalado. Sí, se los llevaría todos a su nueva casa y bajo ningún concepto les abandonaría ni les haría pasar por el mal trago de soportar con estoicismo al tarado que, tras pagarle la correspondiente suma en concepto de alquiler, le iba a proporcionar la cantidad necesaria para contratar a la hermosa asistenta sanitaria, la cual coparía los mejores sueños eróticos de su mente. R. Larsern había visto casi todas las películas de explícito contenido sexual protagonizadas por enfermeras a domicilio que mimaban a los abuelos más allá del terreno propiamente laboral y profesional. Quizás merecía la pena que un pelma viviera en su casa después de todo.
     —¡Ah, amigo! Así que ha venido, ajajá. Ya sabía yo que usted era un perfecto caballero. Es que hay gente muy rara por ahí y en estos tiempos encontrar un casero que se preocupe por su inquilino es complicado, no como sucedía antes ¿verdad? Antes la gente era de otra ralea, ya me entiende, estos jóvenes de ahora, bueno y no tan jóvenes porque el otro día cuando iba a ver a mi amigo Klaus, que también es escritor, sólo que de un género más histórico, son novelas de alto contenido histórico, historiquísimas, pero con una mezcla de misterio y de no sé qué más, y sí, muy documentadas, miles, millones de horas buscando información por todos lados…, si hasta ha obtenido uno de esos premios gordos en los que te sacan en la tele, no sé si usted estará puesto en el tema, amigo... 


Publicado en revista Al otro lado del espejo, año 2, núm. 4

domingo, 9 de septiembre de 2012

EL AGUJERO DE LA GLORIA





Esta es mi desgracia, si es que así puede llamársele. No podría enumerar cuántas estrellas cifran mi firmamento, pero sí que sé lo que es cada átomo de derrota. Conozco perfectamente ese tono desabrido con el que intento anclarme a la realidad que me atañe, ahora. Ahora.  Ahora que el fardo ya no pesa, ahora que perdí mi puesto de reponedor de papel higiénico en los anaqueles de mi sueño. Vaya usted a saber adonde estará ahora. Ahora.

     En una época extraña no hay nada anómalo en que todo te resulte extraño. Yo, el extraño. El no yo. La mímesis del Yo mezclado entre las circunstancias de los otros, yo riéndoles las gracias. Yo, aparcando mi furgoneta de repartidor de papel higiénico en línea amarilla. Yo, temeroso de la multa, colocando un cartel en el salpicadero: vehículo estropeado, gracias.

     Cuánto tiempo perdido, cuánta declaración exclusiva, colocando uno tras otros los pergaminos de papel higiénico, como si nunca fuera a agotarse, como si a alguien le interesara lo más mínimo los troqueles con los que intentaba hacer interesante el paso por la cadena de montaje de esta fábrica. La fábrica, la maquinaria de la fábrica, aparentemente imperecedera. Pero todo fluye, peligrosamente fluye y confluye y tú estás ahí, parado, con el flexo cegando y los ojos hartos ya de existir. Todo fluye. Y debe transcurrir tiempo, y debes esperar a que el tiempo te pase por encima. Tan seguro estás de tu gloria. 


Relato inédito, 2012.