La alambrada en la boca. Los haces de palabras suenan crepitar con la hoguera..., en propiedad. Treinta metros cuadrados. El calor. Y luego, en la pared del fondo, en el cielo del subconsciente, la voz de los que no están; de los que ya no pueden consolarnos. Aún en el recuerdo...
Muerdo en ti la palabra
Ana teje con alambres de espino, daño que resguarde del daño. Una telaraña empírica que tamiza el amor (amor de madre, que decía el tatuaje) para que no se escape, para que no se enrede en el cuerpo y a menudo, con el empeine, horada la tierra de lo humano al igual que desde la más tierna infancia buscaba bajo ella el morbo del diablo.
Estamos anclados al mundo de los sueños, pero mucho más a la decepción, a la vorágine y pesa la realidad. Es complicado llegar a acostumbrarse a cierto grado de estoicismo. Si llegamos a viejos/ nuestros amigos, tú y yo,/apenas habrá nadie para cuidarnos. En un chasquido empieza la cuenta atrás. Tres. Dos. Uno:
Nosotros mismos, las tardes de fútbol
nuestra absurda pero necesaria concepción del vivir.
Estamos empezando.
...Y la letra pequeña se esconde ya entre cicatrices.
ORTODONCIA
A través de la alambrada
de mi boca
tus besos tienen el sabor
de la libertad
Ana Pérez Cañamares
La alambrada de mi boca (2ª Edición)
2009. Editorial: Baile del Sol